Pharmakon (veneno, hechizo) es una construcción conceptual de la Grecia clásica donde coexistían al mismo tiempo las nociones de veneno y remedio, de forma complementaria, sin oponerse entre sí. En la serie Pharmakon, la pinturas (polvos y pigmentos) se administran como veneno y antídoto simultáneamente por los sentidos; el color, así, es un fenómeno que afecta a lo más íntimo de la conciencia, nos encanta o nos aterra, nos alienta o nos duele. (M. Brusatin)




El conjunto de pinturas iniciadas en 2003 recogen parte de los resultados de un proyecto de investigación plástica, donde podemos encontrar elementos conceptuales que se siguen manteniendo en obras recientes, incluso tras notables cambios. Encontramos, por ejemplo: investigaciones acerca de estrategias metodológicas, como el ejercicio del recorrido, de la deriva; también, un cuestionamiento de los medios de expresión y procesos técnicos que consistía, mediante un ejercicio recursivo, en encontrar resonancias entre los procesos técnicos y el motivo a tratar, y de esta manera, “constatar que ingresar en el fenómeno artístico como morada es también aceptar la inmanente relación de la técnica con el hecho artístico” (J. F. De Laiglesia).
A partir de estas consideraciones acerca de la estrecha relación entre la técnica y la práctica artística, de la experiencia del habitar en el construir, van tomando concreción otras que definen su marco conceptual, como los conceptos de límite y margen, o la noción de vacío, como elemento dinámico y activo que introduce discontinuidad y reversibilidad en un sistema.
«Todo arte se caracteriza por cierto modo de organización alrededor del vacío». (J. Lacan)
El vacío no es neutral, el vacío funciona y las hace funcionar. La noción de vacío es parte de la experiencia artística. Se trata de un elemento dinámico y activo, que introduce discontinuidad y reversibilidad. Enlaza y anuda el mundo visible al mundo invisible, la falta a la plenitud, lo mismo con lo otro, en un proceso de devenir recíproco, entre el hombre y la naturaleza, entre el espectador y el cuadro. De modo que lo lleno constituye lo visible de una estructura, pero el vacío estructura su uso. Es decir, el vacío necesita de una estructura que lo defina.













